Es muy reconfortante corroborar que los académicos de la Universidad Nacional aún escriben libros, muchos de ellos con un gran contenido, editados con modestia.
Amamos las librerías grandes y ordenadas, donde podemos sentarnos cómodamente a leer. Nos entristece que nos obliguen a dejar las maletas en un casillero, pero eso nos pasa por ladrones, país.
El sótano tiene una inesperadamente generosa oferta de libros infantiles. Podrían remodelarla un poquito y engrosar la oferta de revistas.
La sección infantil quedó muy amplia en esta nueva sede, que tiene un agradable patio con café.
¿Qué clase de librero pregunta a quemarropa qué es lo que uno busca? ¿No es acaso su trabajo hacerle sentir a uno que lo sabe? Son de esa clase de antipáticos que no saben que lo son.
Un clásico de Bogotá, ha logrado sobrevivir con dignidad para recordarnos que leer es un asunto de gente testaruda y seria. No tiene de todo pero lo que hay puede bastar.
